lunes, 21 de febrero de 2011

EL SECRETO DE LA ESFINGE



        Recuerdo con especial viveza (algo notable en un desmemoriado crónico) el sordo fracaso de Manuel Pizán.
            Manuel Pizán era uno de los periodistas españoles más sesudos de los años 70, un proto progre de verdad, cronológica e ideológicamente auténtico, cuando ser progre podía salir muy caro.
            Le recuerdo vinculado al PCE, en el que militábamos unos cuantos periodistas. Su sabiduría estaba contrastada. Era el autor de Los Hegelianos En España Y Otras Notas Críticas. Era un tipo alto, con traje y gabardina oscuras, y gafas de culo de vaso, tímido y poco agraciado, un verdadero ratón de biblioteca. Muchos se pasmaron cuando se anunció su matrimonio. Pero lo más estupendo era que trabajaba en la redacción del diario Madrid, el azote del franquismo. Esto y su autoridad intelectual hacían de él un mito.
            No siendo en absoluto un reportero, a todos sorprendió su empeño en viajar a Egipto en el otoño de 1970, tras la súbita muerte de Nasser. Desde El Cairo envió una serie de crónicas que los progres auténticos seguíamos con entusiasmo. Al duelo de millones de árabes y musulmanes del mundo entero por la muerte del caudillo egipcio, siguió el entusiasmo que provocó Anwar Sadat, promovido a sucesor en unas jubilosas elecciones.
            Toda la sabiduría filosófica e histórica de Manuel Pizán resultó inútil, incapaz de reconocer algo que muchos intelectuales árabes temían, que el cambio de jefe no beneficiaría al pueblo en el que se sustentaba. Por otro lado, los “entendidos” pronosticaban un futuro muy breve para Sadat. Pizán enviaba crónicas en las que el nuevo rais aparecía como el Lenin del mundo árabe, un marxista canónico, un dirigente histórico.
            En mayo de 1971, Anwar Sadat se cepilló a los elementos verdaderamente izquierdistas del gobierno, aquellos que deseaban mantener la vinculación de Egipto con la URSS. Se conoce a este movimiento como la Revolución Correctiva. Manuel Pizán había vuelto a Madrid hacía tiempo. No recuerdo si el siguiente paso de Sadat, abrir conversaciones con los norteamericanos y mostrar su disposición a llegar a un acuerdo con Israel, llegó a ser comentado por Manuel Pizán. El diario Madrid había iniciado un calvario que le llevaría al cierre en noviembre, un año después de la fallida revolución de Anwar Sadat.
            De haber vivido más tiempo, Manuel Pizán se habría encontrado en la disyuntiva de los cabezapensantes de la época: convertirse en un intelectual orgánico del PSOE o en un neocón. Pero murió en 1978, a la edad de 34 años (aunque aparentaba muchos más) siendo redactor de la Hoja del Lunes de Madrid. No le dio tiempo a vivir la Transición. Quizá se ahorró un montón de disgustos, como el que le proporcionó Anwar Sadat, al traicionar sus previsiones de instalar el comunismo en las narices de la Esfinge de Gizé.
Fernando Bellón